No hay duda de que la diglosia árabe es muy desconcertante para el aprendiz, pero no debe ser menos confuso para un niño árabe comprobar que la lengua que habla se diferencia mucho de la lengua que le enseñan en el cole. ¿Cómo se le explica a un niño árabe esta situación?
Hace unas semanas, rebuscando en una pila de libros viejos en una papelería de Jeddah me encontré con una obrita que me llamó la atención. Se titulaba, simplemente, لغتنا (Nuestra lengua), y su precio (5 reales, alrededor de un euro) y encantadoras ilustraciones no me dejaron más opción que adquirirlo.
La obra, ya desde su concepción, es un alarde de panarabismo: fue escrita por el libanés Afif Dimashqiya (عفيف دمشقية), ilustrada por el egipcio Nabil Tag (نبيل تاج) y publicada por la editorial Dar Al-Fata Al-Arabi (دار الفتى العربي), fundada en Beirut por el palestino Nabil Saath (نبيل شعث). En su interior se explica a los niños la génesis del lenguaje y se detallan las características de la lengua árabe y las ciencias que la estudian.
El fragmento que quiero compartir con vosotros responde a la cuestión del título: ¿Cómo se explica a un niño árabe lo que es la diglosia? No traigo este texto porque sea especialmente representativo (ha sido la casualidad más que la investigación la que lo ha puesto en mis manos), pero es curioso hacer el ejercicio de perspectiva.
En seguida notaréis el peso del nacionalismo árabe en el tono (con ampulosas expresiones como أبناء بلاد العرب o الوطن العربي المترامي الأطراف) y en el idealismo de sus ideas con respecto al fusha y su carácter polivalente y universalizador. Llama la atención también cómo este fusha (palabra cuya traducción literal —la más pura, la más elocuente— encaja mejor con este texto que la de “árabe clásico” que he acabado por escoger) está desprovisto de la sacralidad con la que se le engalana a veces dada su relación indisoluble con la revelación, pero aún así el concepto de “perfección” que maneja el autor le da cierto barniz de divinidad.
Con este tono y estas ideas sorprende que el libro fuera publicado en una fecha tan tardía como 1985, lo que da testimonio de que las ideas panarabistas tuvieron una larga vida en el imaginario colectivo mucho después de la muerte de Náser.
Os dejo a continuación con la traducción del texto, cuyo original podéis descargar pinchando aquí, mientras que si queréis la versión traducida en formato pdf podéis pinchar aquí.
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Ahora que conocemos cómo surgió el lenguaje con el ser humano, y cuál fue su posterior crecimiento y desarrollo, parejos al progreso humano, veamos cómo fue la historia de nuestra lengua, la lengua árabe.
Ya sabes que la lengua árabe pertenece a la familia camítico-semítica, de la que surgieron otras muchas lenguas.
Una cosa que asombra a los estudiosos es que los textos árabes más antiguos que nos han llegado, tanto en verso como en prosa, no difieren mucho de la lengua que usamos hoy. Esto indica que esos textos que nos han llegado de la época de la Yahiliya (antes del surgimiento del islam) ya poseían un alto grado de desarrollo y perfección. La historia no nos ha dejado textos anteriores que muestren los orígenes y desarrollo de esta lengua, ni su escisión de la familia madre, ni su diferenciación de las lenguas semíticas hermanas.
Todo lo que sabemos es que el árabe que hablamos hoy es el que hablaban las tribus de la península arábiga, la misma que resistió ante las lenguas de los imperios persa, griego y bizantino, cuyo poder se extendió sobre los árabes durante cientos de años antes de que apareciera el islam.
Sin embargo, aunque nos sea difícil conocer las etapas de la infancia de la lengua árabe y su evolución hasta convertirse en la desarrollada lengua de esos textos que nos han llegado, es desde luego digno de admiración que haya conservado su vitalidad y su excepcional capacidad de evolución y adaptación durante las diferentes etapas por las que ha pasado la nación árabe a través cientos de años, desde el surgimiento del islam hasta hoy.
Nuestra nación, la nación árabe, no es una nación nueva. En su día partió de su medio primigenio portando una lengua desbordante de términos que se referían cada uno de los fenómenos de su entorno y su sociedad. De ahí llegó a nuevos ambientes, de cuyas lenguas tomó mucho prestado, como ya has visto. Hasta que llegó el día, durante la época abasí, en el que, gracias a la cantidad de ideas nuevas que surgieron, el pensamiento árabe progresó y profundizó en ciencias en las que previamente no había tomado parte de manera relevante, encontrando en la lengua una flexibilidad y disposición que le permitió crear nuevos términos árabes sin tener que recurrir a términos prestados. De esta manera nuestra lengua progresó, se completó y se ampliaron sus horizontes como nunca antes.
Sin embargo, tras haber recorrido la nación árabe un periodo de civilización y progreso, su crecimiento cesó y se impuso sobre ella la ignorancia y el atraso como resultado de la debilidad de su gente y el dominio de elementos extranjeros sobre ellas. Como es natural, el crecimiento de la lengua también se detuvo, y en aquel estado permaneció durante largo tiempo: rígida, inánime, sin avanzar ni evolucionar.
Esto fue así hasta la segunda mitad del siglo pasado y principios de este siglo, cuando la nación árabe despertó de su letargo, se sacudió el polvo de la ignorancia y poco a poco fue recuperando su vitalidad, preparada una vez más para marchar con paso firme junto a las naciones desarrolladas. Finalmente, llegará el día en que consiga hacer realidad sus deseos y aspiraciones y la lengua florezca de nuevo para ser capaz de expresar todas las ideas, descubrimientos e inventos que surjan en el mundo.
Sin embargo, sabes que existen dos tipos de lengua: la lengua hablada a diario, la lengua “oral” (المحكية) o “dialecto” (العامية); y la lengua de escritura y literatura, la lengua “clásica” (الفصحى). El árabe clásico se diferencia del dialecto en que está más desarrollado y es más rico, elegante y versátil. Eso es así porque cuando el ser humano habla, lo hace de manera natural y espontánea, no necesita grandes esfuerzos mentales. En cambio, cuando quiere escribir una carta, un artículo, un estudio científico o literario o cualquier otra creación, vemos que se esfuerza por encontrar las palabras que mejor transmitan lo que piensa, las expresiones más bellas y el estilo más agradable. Prueba de ello es que cuando escribes una redacción, por ejemplo, comienzas a estructurar los temas que crees que debes de tratar en ideas principales y secundarias y luego continúas con la escritura “en sucio”, donde eliminas una palabra aquí o allá y la sustituyes por otra, o borras una expresión entera para reescribirla, así hasta que terminas el borrador y lo revisas, a veces sustituyendo y cambiando cosas hasta que quedas convencido de que completaste la tarea sin errores ortográficos ni gramaticales. Por último, una vez satisfecho con lo que escribiste, lo redactas en una versión “en limpio” que agrade la vista y el espíritu.
Quizá te estés preguntando por qué son diferentes el árabe dialectal y el clásico, y por qué es tan fácil expresarse oralmente con el primero y tan difícil con el segundo. La respuesta es que el ser humano descubre la lengua hablada (el dialecto) en su más tierna infancia, y la adquiere de manera natural, pues no puede dejar de oírla a diario a su alrededor en boca de sus padres y parientes. Día tras día distingue sonidos diferentes que se le quedan grabados en su pequeño recuerdo, y a medida que crece y se desarrolla no tarda en darse cuenta de que cada uno de esos sonidos tiene un significado concreto, que descubre con la ayuda de los movimientos y gestos manuales y corporales de los hablantes a su alrededor.
Dado que, como ya has visto, la naturaleza ha dotado al ser humano de una capacidad extraordinaria de imitar sonidos, cuando el niño alcanza una edad determinada (lo natural es que sea a finales de su primer año de vida y comienzos del segundo) empieza a simular los sonidos (o palabras) que ha oído, al principio con cierta torpeza. Más tarde, con grandes esfuerzos, corrige su dicción poco a poco a medida que sus órganos del habla y su sentido del oído maduran. Así, cada vez que el niño escucha una nueva palabra y comprende su significado por completo la guarda en la memoria hasta el momento en el que necesita usarla, cuando la saca de su escondite y la pronuncia en la situación adecuada. A medida que se hace mayor aumenta su vocabulario y su capacidad de ordenarlo en oraciones correctas. Es por ello que se puede decir que el dialecto destaca por su facilidad de utilización, ya que se adquiere de manera espontánea y con una práctica continua.
La situación de la lengua árabe clásica, lengua de lectura y escritura, no es la misma que la de su hermana la lengua hablada. Esto es así porque el aprendizaje se hace de manera ordenada, y en él participan, junto con el sentido del oído, el sentido de la vista y la habilidad manual y muscular, necesarios para la escritura, así como las habilidades mentales para aprender y memorizar la gramática de esta lengua. También entran en juego, por ejemplo, la elección de las palabras y el orden de las frases, las funciones de las palabras en el contexto de la oración, las distintas vocales finales, las formas de los verbos, las maneras de derivar sustantivos de ellos y otros aspectos que requieren paciencia y esfuerzo mental.
Puedes comprobar lo anterior describiendo algo que te haya pasado, primero en tu dialecto y a continuación en árabe clásico. Verás que en el primer caso las palabras saldrán de tu boca de manera espontánea y sin apenas esfuerzo, mientras que en el segundo caso tendrás que buscar en tu recuerdo la palabra adecuada. Quizá te venga a la mente más de una palabra para lo que quieres expresar, lo que implica que tienes que elegir la que más se amolde a tu gusto de entre ellas, cosa que toma tiempo y esfuerzo. Después seguirás unas reglas gramaticales para unir unas palabras con otras usando diferentes conectores (preposiciones, partículas, conjunciones…) de manera correcta. Todas estas operaciones requieren unos esfuerzos mentales que no necesita la lengua hablada.
Ahora puede que te estés preguntando por qué un árabe de un país árabe determinado no puede entender lo que quiere decir un árabe de un país árabe diferente cuando cada uno de ellos recurre a su respectivo dialecto, mientras que se entienden sin mayores dificultades cuando utilizan la lengua árabe clásica. Antes que nada he de decirte que el árabe que aprenden los chicos y chicas árabes en una escuela argelina, por ejemplo, es el mismo que aprendes tú. Por ello, compartes los “símbolos” de esta lengua con todos los hijos de la gran nación árabe. Además, las maneras de construir la oración (verbo y sujeto o verbo, sujeto y complemento en la oración verbal, y sujeto y predicado en la oración nominal) son exactamente las mismas en cada palmo de tierra árabe, y la conjugación de los verbos se realiza de igual manera en todas las escuelas árabes. Por eso les es fácil entenderse con ella a la gente de todos los países árabes, porque todos la utilizan de idéntica manera.
Por otro lado, los dialectos que se usan en los distintos ambientes árabes difieren unos de otros en más de un aspecto. En primer lugar, a veces existen diferentes maneras de nombrar una misma cosa. Por ejemplo, a la mesa (منضدة) se la llama طاولة en el Levante (Siria, Líbano y Palestina), mientras que en dialecto kuwaití se usa la palabra ميز. A la hoja de la puerta se le llama en dialecto egipcio ضلفة, mientras que en dialecto libanés se le llama درفة o رفدة. En dialecto egipcio se llama al armario دولاب, palabra que en el Levante se usa para designar la rueda del coche o la bicicleta.
Hay muchísimos ejemplos que un libro como el que tienes en tus manos no es capaz de enumerar, pues requieren de un estudio especial que se conoce como “dialectología”. Basta con que aprendas hoy algo importante, y es que inevitablemente cualquier lengua va a recibir la influencia del léxico de las lenguas de los pueblos vecinos a sus hablantes, o con los que tengan algún contacto a través del comercio o las migraciones, o cuando unos pueblos colonicen a otros, como es el caso de la gran nación árabe, que durante mucho tiempo estuvo invadida por el extranjero.
En las fronteras de la patria árabe, y en algunos de sus estados, hay pueblos que hablan otras lenguas que no son la lengua árabe, y algunas palabras de esas lenguas han llegado a los diferentes dialectos árabes. Además, como no podía ser de otra manera, el árabe usado a diario se ha visto afectado especialmente por el vocabulario de las lenguas francesa e inglesa, dada la cantidad de tiempo que los ingleses y franceses han permanecido colonizando la nación árabe. Por ejemplo, hay palabras persas e inglesas que han penetrado en los dialectos usados en Irak y el Golfo, palabras indias y persas que han entrado en los dialectos usados en las costas del oriente y sur de la península arábiga, y en los dialectos hablados en el Levante hay palabras del siríaco, el turco, el francés y el inglés.
Entre los motivos de la dificultad para entenderse entre los distintos dialectos árabes están las diferencias en la manera de pronunciar algunas letras. Hay una porción de los árabes que aún conservan la pronunciación de la letra ذ tal y como se hace al leer, pero la mayoría la convierte a veces en د y a veces en ز. Así, por ejemplo, la palabra مهذّب (educado), se pronuncia مهزّب. Los habitantes de El Cairo pronuncian la letra ج como la letra “g” de la palabra inglesa “good” y la palabra francesa “garçon”, la misma manera en que se pronuncia la letra ق en la mayoría de los dialectos de la península arábiga y el Golfo. En el dialecto kuwaití la letra ج se convierte en algunas palabras en ي, como عيوز en lugar de عجوز (anciano). A veces unas letras sustituyen a otras, como أنطى en lugar de أعطى (él da), y otras veces las letras desaparecen de la palabra, como con تبي en lugar de تبغي (quieres), en boca de los kuwaitíes.
En ocasiones se juntan dos palabras en una, como en la expresión شرايك para preguntar “cómo estás”, o se separan como en شورايك (la hamza se puede escribir o no), en lugar de ما رأيك. Al hablar, casi todos los dialectos hacen desaparecer la ن en verbos de la segunda persona singular femenino, pero en la mayoría de los dialectos de la península arábiga y el Golfo se mantiene, como por ejemplo تريدي o تريدين (quieres). También hay diferencias en la manera que se forma el singular y el plural de una región a otra. La palabra رجل, “hombre”, y su plural رِجال en dialecto egipcio son راجل en singular y رْجال y رِجّالة en plural, en la mayoría de dialectos del Levante se dice رِجّال y el plural es رْجال, mientras que en dialecto kuwaití se usa رايل o رَيّال y el plural es رياييل.
A pesar de la cantidad de dialectos árabes y sus diferencias, es motivo de orgullo para todo árabe que la lengua clásica en la que te hablo la leen y escriben 150 millones de seres humanos. Es la lengua en la que se conserva su ciencia y su literatura, y todo lo que sus mentes maravillosas han producido y producirán, la lengua en la que se expresan sus sentimientos, emociones y principios.
Con poco que se eleve desde cualquier emisora árabe la voz del presentador hablando esta bella lengua, todos, desde el más instruido al más corriente, en cualquier rincón de la vasta nación árabe, entienden lo que dice. Si un lector árabe coge cualquier periódico, sea cual sea el país desde el que se publicó, lo leerá de principio a fin sin que le haya costado entender una sola palabra. Y si ve una película en la que se hable árabe clásico, ¡entenderá el más mínimo cuchicheo! De igual manera ocurre con los programas de televisión que usan árabe clásico.
Dado que, como sabes, el entendimiento mutuo entre emisor y receptor no es posible si el símbolo utilizado (la palabra) no despierta la misma imagen en la mente de ambos, en ocasiones es imposible que dos árabes de países diferentes se entiendan, pues a pesar de que hablan lenguas que se consideran ramas de la lengua árabe compartida entre ambos, el símbolo que usa uno es distinto del símbolo que usa el otro. Es por ello que si quieren comunicarse deben de recurrir a su lengua original (el árabe clásico), pues ambos conocen la totalidad de los símbolos.
Por último, una vez que has aprendido que “el árabe clásico” es la lengua que comparten todos los árabes desde el Golfo hasta el Océano, y que solo con ella pueden entenderse y comunicarse, ha llegado el momento de que te preguntes si esta lengua “clásica” es la misma que leían y escribían nuestros abuelos, o si ha cambiado mucho o poco.
Si estudiamos los textos antiguos podemos hacer las siguientes observaciones:
Primero: El árabe clásico antiguo no se diferencia del árabe clásico que leemos hoy en lo relativo a la manera de formar las palabras y de generar y ordenar oraciones.
Segundo: No se observan diferencias entre la lengua antigua y la moderna en lo que respecta al singular, el dual y el plural, el masculino y el femenino, el participio activo y el pasivo, los nombres de acción, la conjugación de los verbos, etc.
Tercero: No hay ninguna diferencia entre el primer árabe y el árabe actual en cuanto a las funciones de las palabras dentro de la oración.
Cuarto: Hay palabras y verbos en árabe que hoy en día no usamos, o bien se usan muy poco, y es difícil encontrárselas en algún texto. Por ejemplo los verbos حَرَى, اخلَوْلَقَ o كَرَبَ, que tienen el significado de كادَ y أَوْشَكَ, que sí que seguimos utilizando. O السجنجل para referirse al espejo, o الذؤابة, que quiere decir una trenza de pelo suelta, o السِّرحان para llamar al lobo. Hay muchísimas palabras como esas.
Quinto: Te encontrarás en los textos árabes antiguos palabras y expresiones relacionadas directamente con el ambiente desértico en el que vivían nuestros abuelos, que describen los animales, vegetales y minerales que allí había. Esas palabras y expresiones no tienen gran importancia en nuestra vida actual, en la que coches, aviones y trenes han ocupado el lugar de la mayoría de los medios de transporte antiguos.