Otra curiosidad relacionada con la escritura. ¿Os habéis preguntado alguna vez por qué para marcar una fatha dibujamos un palito sobre la letra, debajo si es una kasra, un lazito para la damma o un culito para la shadda?
El invento se lo debemos a Al-Jalil Ibn Ahmad al- Farahidi (الخليل ابن أحمد الفراهيدي), al que ya mencionamos, siquiera brevemente, al tratar el nacimiento de las vocales. Fue una personalidad notable en su época, que reformó el sistema de vocalización, sentó las bases de la métrica poética árabe (علم العروض), escribió el primer diccionario árabe (كتاب العين), fue un precursor de la fonética, y tuvo como alumno, entre otros, a Sibawé (سيبويه), quien más tarde sistematizaría por primera vez la gramática árabe.
Su diccionario merece mención especial, no solo por pionero, sino por lo llamativo de la organización del léxico. Dado que no encontraba ninguna lógica en el orden (أ، ب، ت، ث، ج… إلخ), ordenó el alfabeto según la profundidad desde la que se pronunciaba cada letra. Así, comenzaba con la ع, la más gutural, y continuaba con la ح, la ه, la خ… hasta acabar en la م, que se pronuncia ya en la punta de los labios, seguida de las consonantes débiles (حروف العلة) y la hamza. De ahí el nombre del diccionario (كتاب العين), pues la ع era la letra inaugural (además de que también significa “fuente”, lo que provoca un elegante juego de palabras). La distribución del léxico era bastante intrincada: las palabras se dividían según el número de letras, y se incluían en un capítulo (باب) u otro según cuál fuera su letra más “profunda” (es decir, صدق habría que buscarlo por la ق y no por la ص, además, se encontraría bajo el mismo epígrafe que قصد).
Volviendo al tema que nos ocupa, fue al Farahidi al que se le ocurrieron los símbolos que hasta ahora se utilizan para marcar las vocales, temiendo que se confundieran las vocales (que se marcaban con puntos de un color distinto al de la tinta que se empleaba para la escritura, bien abajo, bien encima, o bien delante de la letra) con los puntos diacríticos (los que distinguen una ج de una خ o una ح) que acababan de crear Nasr Ibn Asim (نصر بن عاصم) y Yahya Ibn Yamar (يحيى بن يعمر). De esta forma ideó unos sencillos símbolos que aún hoy seguimos usando:
En cuanto al sukún (سكون), no me consta que Al-Farahidi le dedicara un símbolo. Quizá no le prestara atención porque por definición se trata de la inexistencia de vocalización (سكون X حركة). En cambio, esta ausencia ha recibido representaciones diversas, entre ellas una خ pequeña, abreviación de خفيف, ligero; una pequeña ح o su cabeza (حـ), abreviación de استراح (“descanso”, “respiro”, pues suponía una pausa para respirar); o un 0, cifra de la inexistencia por antonomasia, que fue el que finalmente se impuso.
Por último, la wasla (وصلة), que escribimos sobre la hamzat al-wasl (همزة الوصل), proviene de la cabeza de una ص dibujada sobre o bajo la alif (صـ).
Las vocales, tan ligeras que van volando a medida que vamos aprendiendo, y cuanto más sabemos, menos las necesitamos. Pero ahí están siempre, flotando, a la espera de que las conjuremos, con esas formas nada caprichosas que dicen más de sus orígenes de lo que a simple vista parece.