بسم الله الرحمن الرحيم Salvo para cagarse en él y para estar como él, los árabes tienen para cada ocasión una coletilla mentando a Dios. Estas breves invocaciones son usadas con profusión por todo hijo del vecino, desde el más salafista al más laico, y, aunque le dan sal a las conversaciones, encontrárselas a la hora de traducir puede ser un suplicio y un desafío a la naturalidad.